Hoy en el centro de estética me regalaron un ramo de flores. Parecen como margaritas pero de color rosa clarito. Me las regalaron por el día de la mujer. La cuestión es que iba caminando por la calle y no sabía como acomodarlas. Me dí cuenta de que la nuestra no es una generación de mujeres que saben cómo llevar un ramo de nada. Así que así iba, con el ramo de un lado para otro, haciéndome la que no notaba las caras de las otras mujeres, de todas las edades, que, cuando me veían pasar me miraban con cara de sonrisa y torciendo la cabeza hacia un lado, dejaban escapar un "Ohhhhhhhhhhhhhhhhhh" silencioso que aunque no se oía se oía. Me daban ganas de decirles: "No, no... no se confunda Señora, no me las regaló ningún príncipe azul, me las dieron en el centro de estética por el día de la m..." Pero no, mejor así. Llegué a casa y lo llamé al Mati para contarle que en el centro de estética me habían regalado un ramo de flores que parecían como margaritas pero de color rosa clarito. Me dijo muy sabiamente:
-"Ustedes las mujeres se hacen las que no les gustan las flores pero la verdad es que a todas las boludas les encantan".
Iba a decir que no, que yo prefería otro tipo de regalos, que las flores se mueren, y tantos otros argumentos que no entiendo por qué nos empeñamos a seguir pronunciando. Tenía razón. Sí que me gustan las flores. Les corté un poco el cabito y las puse en un vaso de esos gigantes de Pepsi que te venden en el cine. Me dí cuenta de que la nuestra no es una generación de mujeres que tienen floreros en su casa, porque para qué vamos a tener un florero si no nos gustan las flores. Otro día me tendré que robar un vaso de vidrio de trago largo de algún bar. Pero para cuando lo robe, las flores van a estar todas achuzadas. Mejor las dejo en el vaso de Pepsi y cuando se marchiten las tiro a la mierda. Las flores apestan. Mentira.
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