domingo, 15 de marzo de 2009

Wireless

Lunes 2 de marzo de 2009. 13.30 hs.
La mesa estaba servida. Pero faltaba algo. Seguramente el Mati le iba querer agregar sal a los tomates porque, en mi afán de prevenir mi viudez prematura a manos de la hipertensión, casi siempre me niego a seguir sus instrucciones culinarias en materia de salación de alimentos: "Vos ponele sal. Ponele, ponele. Y cuando te parezca que ya es mucho, ponele un poquito más" o la versión abreviada "Frosty, frosty, frosty". Previendo su reacción, me dirigí a la cocina a buscar el salero. Cuando volví, no me fijé en la maraña de cables que atravesaba el piso y me la llevé puesta a la altura del tobillo. El ruido que hizo fue como de algo que se quebraba. Sabiendo que mis días de trabajo eran cosa del pasado y anticipándome a una semana entera sin internet ni teléfono fijo, rogué en silencio "Que sea mi tobillo, que sea mi tobillo". Pero no. Mi tobillo estaba en perfectas condiciones y el cable, completamente arrancado de cuajo, hasta las raíces. El Mati me miró como diciendo "Qué manera de ser boluda" pero muy sabiamente se quedó callado. Se acercó al lugar del hecho y se acuclilló para evaluar los daños. Buscó el destornillador, desatornilló, sacó, miró y finalmente decretó:
-"No sé cómo se arregla esto porque es distinto de todos los que había visto".
Comimos en silencio. La culpa me carcomía por dentro y yo sin un solo rasguño como para que el Mati se apiadara de mí.
Después de comer, llamamos a Telecom desde el celular. Tras 20 minutos de espera acompañados por la musiquita monótona estilo Agro Verdad, pudimos hablar con una representante del servicio técnico que nos explicó que solucionarían el problema en un plazo de 3 a 5 días hábiles. No le creimos nada pero por lo menos habíamos logrado comunicarnos con una persona, que no es poco.
A eso de las 18.30 hs, el Mati se fue a trabajar y yo me quedé sola. Me pregunté "¿Y ahora que hago con tanta tarde por delante?" Y entonces se me ocurrió. No obstante ir en contra de mis principios, me pareció una buena opción para pasar el tiempo y de paso redimirme. Y ahí nomás me calcé las ojotas, me hice un rodete en el pelo y limpié, barrí, lavé, fregué, sacudí y sequé. La casa quedó de punta en blanco. Hermosa y rechinando de limpia. Habiendo cumplido mi tarea, me fui a bañar. Salí y me encremé de pies a cabeza, me vestí y preparé la comida. A las 12 hs el Mati volvió. Lo agarré de la mano y le hice un recorrido por todas las 2 habitaciones de la casa mostrándole los resultados. La emoción lo embargaba. Me agarró de las dos manos y mirándome a los ojos me dijo:
-"Sos hermosa sin Internet".

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