jueves, 5 de febrero de 2009

Dime a qué te dedicas y te diré qué odio de tí y tus secuaces

  • Odontólogos. Esta rama de gente tiene la mala costumbre de hacerte esperar como un boludo independientemente de con cuánta anticipación hayas sacado el turno. Las revistas en la sala de espera generalmente son las que vienen con el diario y tienen los crucigramas hechos (eso me saca de quicio). Por último, pero no por ello menos exasperante, la única vez que te dirigen la palabra (y por supuesto no te dejan de mirar fijo por encima del barbijo hasta que no les contestas) es cuando tenés la boca abierta, el cosito que succiona la baba y cuatro manos (la dentista propiamente dicha y la de su omnipresente secretaria) ensartadas en tu cavidad bucal.
  • Verduleros. ¿Verduleros o premios Nobel en matemáticas? Estos individuos tienen la capacidad de hacer reglas de tres simples y compuestas, factorear, dividir por siete cifras y sacar la hipotenusa de la banana mientras hablan con cualquier otro cliente. No importa cuánto salga el kilo de palta, siempre te van a cobrar de más y van a encontrar la forma de que no te des cuenta hasta que estés a 1 cuadra y media y ya te de fiaca volver (además que te da verguenza ir a reclamar por 3 tomates, 2 zapallitos y una cabeza de ajo). Es al pedo preguntarles si los tomates están lindos, porque siempre te van a decir que si, así haya un batallón de moscas sobrevolándole al cajón. Enemigos Nº 1 de las calculadoras, se empeñan en seguir haciendo las cuentas (con sus precios inventados) en papelitos cortados con regla.Cajeros de supermercado. Gentes odiables si las hay. No importa cuánto tiempo hayan trabajado, sólo unos pocos privilegiados han sido tocados con la varita mágica y recibido el don de enrollar la pascualina para que no se haga bosta en el camino. Ni qué hablar de no mezclar el Poett con la carne molida. Cuando les des la Discoplus o la tarjeta de débito nunca la van a agarrar, ya que van a estar deliberadamente ocupados en revolear los productos que estás pagando sufriendo mini paros cardíacos al observar la tasa a la que aumentan los precios. A no ser que se los pidas explícitamente para luego arráncarselo literalmente de las manos, nunca te darán los cupones para los sorteos que te corresponden cuando tu compra supera los $100.
  • Empleados de call center. Estos especímenes son virtualmente incapaces de utilizar un solo idioma para comunicarse. Oscilarán irremediablemente del inglés al español sin previo aviso, intercalando reiteradamente palabras inventadas con palabras mal pronunciadas. Salir con ellos implica pasarse 3/4 partes del tiempo hablando de su trabajo. Menos el Mati y la Magui, obvio!
  • Estudiantes. Estos seres se caracterizan por atraer, sin explicación lógica aparente, el odio de profesores (que seguramente no tienen otra cosa que hacer que poner malas notas a propósito y aborrecer a gente sin sentido) quienes posiblemente ni siquiera sepan quienes son ni hayan reparado en su cara. Nunca se harán responsables si les va mal en un examen. Cualquier excusa es válida para librarse de remordimientos: la profe me odia, esta ropa me da mala suerte, se cortó la luz y no pude estudiar (aunque era de día), si no hubiera habido tantos paros habría aprobado seguro, son solo algunas de sus artimañas para esquivarle al mea culpa (¿mea que?... no entiendo). Seres que se creen inmunes a las miradas de los profesores cuando copian.
  • Vendedoras de ropa. Su interés en vos será directamente proporcional al glamour de tu ropa o, en su defecto, a la cantidad de bolsas que traigas en la mano. Cuando solo quieras ver se te van a avalanzar todas y cada una de las vendedoras del local y, cuando le digas la famosa frase "Estoy mirando, cualquier cosa te aviso" van a esbozar a coro su mejor cara de ojete, como si la ropa fuera de ellas. Ahora, si realmente necesitás que te atiendan, tus pedidos de atención serán totalmente en vano, ya que nadie se acercará a ayudarte. Carecen del lóbulo cerebral que le indica a la gente normal que no debe abrir el probador cuando te estás probando una remerita que va sin corpiño, en especial cuando el vestidor da a la calle.
  • Taxistas. Al parecer, cuando hacen el casting de taxistas los requisitos principales son manejar como el orto, hablar boludeces ininterrumpidamente cuando es evidente que nadie te quiere oir, escuchar de canuto mientras hablás por celular y, una vez que cortás, hacer comentarios sobre lo que escucharon sin permiso y tirarle bosta a los remiseros. A juzgar por el característico aroma con tonalidades de olor a chivo, notas de cigarrillo negro sobre un exquisito fondo sabor encierro de sus herramientas de trabajo, los taxistas de esta era jamás oyeron hablar del pinito que se cuelga en el encendedor del auto. Expertos en el arte de redondear para arriba.
  • Traductores de inglés. La verdad que no tengo nada que decir de esta gente. Son muy copados.

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