jueves, 7 de mayo de 2009

Mudanza=caos (o instrucciones para cortarse las venas muy lentamente)

Hoy, a varias semanas de distancia de una de las experiencias más diabólicas, estresantes y secavincha que me tocó degustar, algo es claro: antes que volver a mudarme prefiero parir y criar trillizos, cursar y terminar una carrera en la facultad de ciencias exactas, comer tiza, morder un tenedor, chupar el palito de madera de un helado de agua y besar un sapo. Pensé que el suplicio no tendría fin. Pero terminó. Y sobreviví. Y todo sobreviviente tiene una historia que contar. Y que esa historia, que decidí expresar en términos matemáticos por tratarse de verdades irrefutables, sirva para todos aquellos que en el futuro decidan emprender el viaje por uno de los caminos más escabrosos del transitar humano. Porque mudanza=caos.
  • El tiempo que uno se ahorró por no "perder el tiempo" etiqueando cajas y bolsas será directamente proporcional al tiempo que uno va a perder tratando de encontrar un abrelatas entre los adornos del pinito de Navidad o una aspirina entre los CDs de metal.
  • La plata que uno muy astutamente se ahorró comprando un sommier entero y no dos separados como mi mamá me había recomendado muy sabiamente será insignificante en comparación con la malasangre que uno se tiene que comer cuando el sommier del orto no entra en el ascensor y, no conforme con ello, no da la vuelta en el primer descanso y uno se pregunta quién fue el culiado que aprobó estos planos para pitufos, mientras busca un destornillador para desatornillar todas las barandas para hacer espacio, tratando de que el vecino del 8vo no lo vea y le clave una multa el primer día.
  • Las posibilidades de que algún buen samaritano te sostenga la puerta para que pases serán inversamente proporcionales a la cantidad de cajas, bolsas, electrodomésticos y/o muebles que vengas cargando.
  • Hasta el más ortiva de los vecinos del edificio viejo va a ser un divino comparado con la gente del edificio nuevo. Lo mismo aplica para los que atienden el kiosko y para el portero.
  • Si el tacho de pintura látex viene en sus dos presentaciones de 10 y 20 litros, la cantidad de pintura necesaria para darle una mano al depto anterior antes de entregar la llave será exactamente (sin margen de error) de 11 ó de 21 litros respectivamente, de manera tal que tengamos que comprar dos tachos y nos queden de clavo 9 litros al pedo que van a andar dando vueltas por tooodos lados hasta que la tengamos que regalar o, si nuestras cualidades egoísticas o egoísmas se vieron exacerbadas por el malestar de la mudanza, hasta que se seque por completo.
  • El pitido de seguridad de la puerta del edificio nuevo va a ser un 87% más ruidosa y molesta que el pitido de seguridad de la puerta del edificio viejo.
  • El tiempo que uno estuvo con la cadena del baño rota en el depto viejo va a ser inversamente proporcional al tiempo que tardó arreglarla un día antes de mudarse (para uso y goce de terceros).
  • Independientemente de cuántos millones de cajas hayamos logrado juntar después de ganarnos el odio de kioskeros, almaceneros y cajeros de supermercado de los alrededores, sin contar las miradas acusadoras de los cartoneros a quienes les quitamos el pan de la boca, la cantidad de pertenencias a mudar superará esa cifra en un 200% mínimo.
  • Sin importar qué tan rica sea la comida que uno está cocinando, el olor de la salsa de la viejita de enfrente que se cuela por debajo de la puerta a eso de las 11.30 siempre va a ser más rico. Esto no pertenece al ámbito de la mudanza propiamente dicha pero me rompe el alma todos los mediodías.

1 comentario:

  1. me paso todo lo que dice!! jaja lo mas molesto es el pitido de la puerta, vivo en un 1ero asi que cada vez que se abre parece que estoy en el cuartel de bomberos!

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