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domingo, 15 de marzo de 2009

Panaceas de ayer y hoy presentan: el Facebook: pros y contras

Y siguiendo el camino de esta universalización de la tecnología como quien sigue las migas de Hansel y Gretel, no podemos dejar de mencionar al Facebook, también conocido por su denominación latina Cara Libro. Esta suerte de gran comunidad virtual se cruzó en mi camino hace un par de meses y si bien tardé en abrirle las puertas por la misma desconfianza producto de la ignorancia, finalmente pasó a formar parte de mi cotidianeidad. Una vez más mi desflore vino de la mano de la Jose, quien, como una verdadera promotora paga, fue la encargada de abrirme la cuenta "sin compromiso, si no te gusta la cerrás". Miles de opositores del Facebook se rehúsan a conocer sus beneficios borrando las multiples invitaciones que atiborran sus casillas de correo electrónico sin prestarle la más mínima atención, como quien borra un mensaje espameado con el título "Alargue su pene hoy" o "Cien pastillas de viagra por $12.75". Pero no podemos negar que esta valiosa herramienta nos ha convertido en verdaderos Robertos Carlos de lo virtual al conectarnos con personas de los más recónditos lugares del universo. Con muchos de ellos, nunca nos saludamos por la calle, pero en el Facebook todo es amor y buena onda. En Facebook todos somos literalmente amigos. Nadie se agrede y todos nos animamos a mensajes como "Qué hermoso tu bebé" aunque la criatura sea una verdadera patada en el paladar, o "Che, boludo, que no se corte, a ver cuando nos juntamos a comer una picadita" aunque pasar más de 5 minutos seguidos con la otra persona nos produzca acidez estomacal. El Facebook hace las veces de un verdadero De Lorean y nos traslada al pasado donde nos reecontramos inesperadamente con compañeros de la primaria que la última vez que los vimos rondaban los 11 años años y que ahora, viendo las fotos ,se han transformado en verdaderos Yetis cuyas facciones nos cuesta reconocer debajo de tanto pelo en cara y en pecho. Y está bueno ver que estamos todos en la misma, talvez más pelados, más gordos, menos turgentes pero igual de boludos que siempre. Las ventajas que nos ofrece el Facebook son incontables. Sin cargo alguno y a un par de clics de distancia, podemos ver a qué famoso nos parecemos, responder a encuestas tan mal traducidas que son un verdadero suicidio mental para cualquier traductor, por mediocre que sea, convertirnos en modelos y participar en todo tipo de eventos, secuestrar amigos online para luego torturarlos y cambiarles el nombre por seudónimos humillantes que pongan de manifiesto sus más evidentes defectos físicos, acariciar a nuestras mascotas virtuales (primos hermanos del Tamagochi), hacernos fans de golosinas de las que ya no nos acordábamos pero que supieron hacer estragos en nuestros cuerpos adolescentes (como el alfajor Suchard o el Tuby 4) u obligar a los más reacios a abrirse una cuenta contra su voluntad. Pero como sucede con las mejores cosas en la vida, todo He-Man tiene un Eskéletor. Y quienes hemos logrado dominar las herramientas que el Facebook nuestro de cada día pone a nuestra disposición sabemos muy bien que podemos usarlas tanto to fight crime como for evil. Los detractores augurian que gracias al Facebook, la falta de privacidad dejó de ser un atributo de los famosos y que este antro de la sobreexposición es un camino directo a la perdición. Todos tenemos acceso a las fotos de todos. Si me preguntan a mí, que en los últimos meses gracias al cornudo de Bush he tenido una sobredosis de tiempo libre, puedo decirles con exactitud, sin repetir y sin soplar a qué lugar se fueron de vacaciones, si el juego de living de sus casas está tapizado con cuero ecológico, cuántos hijos y sobrinos tienen, cuántos novios los dejaron, el nombre del cuñado que hace los asados los domingos y el último tema del disco independiente de todos y cada uno de mis contactos. Pero me tomo el atrevimiento de decir, sin pelos en la lengua, que el que muestra es porque quiere que vean, porque existen aplicaciones como los permisos, que nos permiten elegir quiénes queremos que tengan acceso al material que subimos a la red, a saber: "todos" (too slutty), "solo mis amigos" (too selfish), "los amigos de mis amigos" (mi opción por excelencia por su naturaleza moderada) o "solo yo" (no puedo parar de reir con esta opción y la persona que se haya tomado la molestia de subir fotos para verlas solo él merece todo mi respeto y estoy dispuesta a hacerle un club de fans ya mismo), sin contar los mensajes personales a los que se accede desde una bandeja de entrada privada, si señor, privada. Es decir, que si la ex novia de alguien agregó fotos de alguien es porque sabe y posiblemente sea su intención que alguien vea esas fotos. Por último, tengamos en cuenta que sin importar cuánto nos esmeremos en llevar a cabo el más riguroso proceso de selección para determinar cuáles fotos colgar y cuáles dejar en la PC para uso exclusivamente personal por dejar al descubierto caras horribles, granos inoportunos, celulitis, varias fiestas con el mismo vestido, conocidos impresentables con los que no queremos que se nos relacione públicamente y escasez de bronceado, SIEMPRE y digo SIEMPRE va a haber algún hijo de puta que te etiquete en alguna foto digna de la promoción gráfica de un tren fantasma. La etiqueta ha pasado a ser uno de las métodos coercitivos más efectivos y hoy por hoy uno lo piensa más de dos veces antes de enemistar con alguien o antes de ir hecho un crotito a una fiesta de cumpleaños donde va a haber una cámara digital*.

*Esto también se aplica a chatear con Yango, de quien se dice que realiza screenshots (o "capturas de pantalla") de las conversaciones que mantiene con sus amigos para luego exhibirla en su album homónimo como una verdadera asesina serial.

Panaceas de ayer y hoy presentan: el Hotmail y sus predecesores

Con el voraz advenimiento de la tecnología, los hijos de la generación X fuimos testigos oculares de una vorágine virtual sin precedentes que cambió nuestro mundo y nos obligó a ser parte de un proceso de selección natural: actualizarse o morir. Cuando me vine a estudiar a Córdoba, allá por el 2000, la hora de Internet* en un cyber (nadie habría osado tener Internet en su propia casa) rondaba los $8 pesos; se estilaban las salas de chat (en ese entonces los defensores de la Real Academia todavía se empeñaban en naturalizar las palabras como "ratón" y "computadora personal", para no defenestrar el idioma) donde uno hacía conversación con gente desconocida, casi siempre fingiendo una identidad falsa, y donde un administrador te sancionaba e invitaba a retirarte de la sala si utilizabas vocablos impropios y/u ofensivos; las computadoras portátiles (hoy moneda corriente) eran exclusivas de los ejecutivos que viajaban en primera clase mientras degustaban un Martini y robaban cubiertos de metal con el logo de las compañías aéreas; un trabajo para la facu implicaba pasarse horas tecleando como un boludo en la biblioteca o en un cyber para después guardarlo en 18 diskettes que, al meterlos en otra máquina para proceder a imprimirlos, siempre (sin excepción) nos tirarían mensajes de error o nos mostrarían el trabajo redactado en códigos indescifrables; y la palabra "virus" generaba más paranoia que Bush (si alguien te prestaba un diskette con virus se hacía automáticamente acreedor de tu odio eterno hasta el fin de la eternidad).
Veámoslo más claramente con un ejemplo. Un día, por allá por el 2000,la Jose me llevó a un cyber en Río Cuarto, se acercó al mostrador, sacó un billete de $2 del bolsillo y con la confianza de los que saben le dijo a la que atendía "15 minutos de Internet". Nunca me voy a olvidar ese momento. Había que ser lo más rápido posible porque el tiempo era oro, así que no había lugar para enseñanzas prácticas. Me explicó: "Vos Cus mirá pero no toques nada". Y me mostró un video infrapixelado sin audio de 10 segundos de duración que el Gordo había grabado en un Burger King en Estados Unidos (en el video se lo veía al Gordo moviendo los brazos de manera cuasi robótica y haciendo caras para la cámara) y enviado junto con un mail donde nos contaba que había visitado las Torres Gemelas y el World Trade Center. "Así no lo extrañamos tanto porque es como si estuviera haciendo las mismas caras de boludo acá al lado nuestro"-dijo la Jose. Esa sola frase me serviría de marco conceptual para el resto del viaje.

Pero basta de anécdotas y démosle al tema la rigidez científica que merece. Empecemos por el principio. O al menos el principio según tuve el placer de experimentar en carne propia.


Primero fue el ICQ, pionero de la mensajería instantánea, aunque solo unos pocos se le animaron. Yo no estuve entre los privilegiados, talvez por falta de dinero o de agallas. De a poco, nos fuimos atreviendo a entrar en las tinieblas de un mundo hasta entonces desconocido y de nombre cuasi pornográfico: el Hotmail. Sin tener que pagar nada a cambio, te dejaban crear una cuenta que funcionaba como si fuera el correo postal pero con la diferencia de que en un abrir de cerrar de ojos recibías, enviabas, leías y te comunicabas con tus tíos abuelos en Kuala Lumpur, sin intermediarios y sin tener que lidiar con los ortivas de los empleados del servicio postal arruinándote la fiesta con frases como "Señorita, el remitente va del otro lado del sobre" o "Señora (cómo odio que me digan señora for God's sake) para que el envío le salga $3 el sobre tiene que pesar menos de 500 gramos. Si desea mandar este sobre así como está deberá abonar un total de... dosmilsetencientosochentay sietepesoscondoscentavos". Nos ahorramos millones de pesos en envíos y retomamos contactos que creíamos perdidos para siempre. Del Hotmail a su primo el MSN: un sistema que te permitía conversar con tus contactos en tiempo real. Excelente. Y allá fuimos. Y estuvo bárbaro por un tiempo. Hasta que novias resentidas y perdedores indeseables empezaron a hacer abuso de esta nueva herramienta para elucubrar maldades. Y ya no fue tan gracioso. Nos conectábamos y poníamos la foto más divina que teníamos para lucir perfectos frente a nuestros contactos. Pero de golpe se tornó pesado conectarse y tener que comunicarse obligatoriamente. Y ahí fue cuando se inventaron los iconitos que indicaban nuestro "estado" para no tener que expresar verbalmente "No me hables si yo no te hablo porque quiere decir que me conecté para charlar con un compañero de la facu que está barbaro y que me pasó su MSN para que le pase lo que dieron el otro día en clase, y con nadie más". Y los iconitos fueron útiles durante un tiempo. Pero después la gente le empezó a tomar el tiempo a los iconitos y, atando cabos, se dio cuenta de que "Este boludo se conecta siempre como no disponible, ya vamos a ver si es tan así" y reinó el caos. Entonces decidimos no admitir a esos contactos rebelados que no respetaban nuestro momento de paz o nuestro momento de chatear con el compañero hot de la facultad. Y entonces reinó la paz nuevamente y esos contactos molestos creyeron que ya no nos conectábamos (por motivos ajenos a su incumbencia) y se quedaron tranquilos. Pero la tranquilidad no duraría mucho, ya que no mucho tiempo después algún nerd resentido (porque no basta con ser sólo nerd, porque se carece de la maldad necesaria, ni con ser sólo resentido, ya que se carece del know-how para tan maléfico emprendimiento) crearía páginas del estilo "Fijate quién te eliminó del MSN" o "Quienteadmite.com" y se acabó la joda de nuevo. Hasta que un ángel caído del cielo inventó y puso a disposición de los usuarios una de las funciones más copadas de los últimos tiempos: el paradójico "conectarse como no conectado". Y ya no hubo necesidad de filtrar gente ni de generar resentimientos innecesarios. El "conectarse como no conectado" nos dio el beneficio de la duda, que es algo que no muchos íconos se pueden jactar de dar. Y todos vivieron felices y comieron perdices.


*Llama poderosamente mi atención esta manía adquirida de capitalize (quiere decir: "escribir con mayúscula, Juli y Mari Cappellari) el término Internet, como quien capitalize (quiere decir: "escribir con mayúscula, Juli y Mari Cappellari) el término Dios. Lo dejo a su criterio.


En nuestra próxima entrega "Panaceas de ayer y hoy presentan: el Facebook".